El día que adoptamos a Cortito (el 13 de febrero de 2016) ya sabíamos que no viviría mucho tiempo. Nos dijeron que tenía unos 5 años y supusimos que viviría 5 más. Su cuerpo sufría claramente de algunas malformaciones (sus patitas delanteras en forma de corazón) además de faltarle la pata trasera izquierda, lo cual le propocionaba un equilibrio precario y poco aguante para cualquier desplazamiento.
Nos dieron su pasaporte europeo que ponía como fecha de nacimiento el 10 de diciembre de 2011. ¡Compartíamos cumpleaños! Pero Chéri y yo sabíamos que no había manera de saber eso. Ni siquiera dábamos mucho crédito a la historia de cómo habría perdido su pata, que decían le habían tenido que amputar tras un accidente en la carretera.
Corto era un perro que habían recogido de la calle en Malta y traído hasta Luxemburgo para encontrarle una familia adoptiva. Todos esos datos dudosos que nos daban eran poco importantes y pronto empezamos a conocerlo bien y a imaginar que incluso podría haberse comido su pata trasera él mismo…
No era un perro alegre sino más bien consciente de sus limitaciones y un tanto triste. Pero pasamos 3 años buenos, fue parte de nuestra familia, nos hizo reír y llorar y enfadarnos y asustarnos… y nos quiso mucho y lo quisimos también mucho.
Le estaré siempre agradecida de haber estado ahí, presente, todos esos días de colegio que pasasteis solas en casa con él. Os guardó compañía y se dejó querer cuando teníais un mal día con los compañeros de clase (desgraciadamente pasaba amenudo). Yo esto no lo supe hasta que no me lo contasteis las dos, por separado y en ocasiones distintas: Nina me lo dijo en su último año de escuela fundamental cuando sufría con los compañeros desagradables y Elsa me lo dijo la noche que murió Cortito.
Las tres últimas semanas de su vida, Corto perdió repentinamente el control de su vejiga, luego de su única patita trasera, luego perdió peso, y en sus dos últimos días dejó casi totalmente de comer y de beber. La noche de Pappendag 2019, justo después de que os fuerais a la cama y después de haber rechazado una lata de su comida favorita, Corto murió en su camita con la manta morada.
Chéri llamó a las urgencias veterniarias para que vinieran, más para constatar la muerte que para curar nada. Decidimos entonces despertaros para que os despidierais de él y evitaros la horrible sorpresa el lunes por la mañana antes de tener que ir a clase. Lloramos juntas un rato largo hasta que llegó la veterinaria y se llevó el cuerpo de Corto.
Nos quedan un montón de recuerdos, fotos, vídeos… y todo el amor que nos devolvió.